Lo importante es tener salud

Ayer fue lunes, y como buen lunes, éste fue aburrido. Había que hacer vueltas (algo cotidiano para un lunes), y en este caso, vueltas médicas. Mi madre no buscó mejor compañía que la mía para hacer estas tediosas caminatas en busca de autorizaciones, renovaciones, medicamentos y resultados de exámenes (de los que no hay que estudiar sino solo estar maluco).

Como a los señores de cafesalud se les dio por quitar de la 53 con 7ª (pal que ni idea de la dirección, es el pedazo musical de la séptima, bendito y hermoso lugar) el servicio de autorizaciones y renovaciones de ordenes médicas, entonces ahora todos nuestros destinos apuntaban al norte, y como según mi madre, hay fila interminables, pues tocaba madrugar, sabia decisión (más sabe el diablo por viejo que por diablo).

Tuvimos que hacer un dos por uno, sacamos ficha en un lado, y como el número fue bastante lejano, fuimos a hacer otra vueltas a dos cuadras de allí. Por suerte no había mucha fila (mi madre tenía razón), pero cuando volvimos al sitio de la ficha, ya había gente por doquier, menos mal teníamos ficha y estábamos ya próximos a pasar, no duramos más de media hora. Hasta aquí todo transcurría con normalidad.

Cuando llegamos a reclamar los medicamentos (con las ordenes que acabábamos de renovar), a diez cuadras del lugar, las demoras empezaron, tras de que había un montón de personas esperando atención, las señoras que atendían acusaban de que se les había caído el sistema (cosa rara, siempre andan con el sistema caído). Lo peor es que en vez de buscar una pronta solución al «problema», lo único a lo que se dedicaron fue a recibir y recibir más órdenes. Llevábamos una hora ahí, y las ineptas no habían solucionado nada, ¿acaso no pueden hacer las cosas manuales y luego lo digitalizan?, no sé, alguna vaina, ¿pero jugar así con el tiempo de uno?, ¡Malnacidos! Al fin al sistema se le dio por aparecer, hora y media después, y como lentejas empezaron a despachar medicamentos estos mediocres. Cuando se disponían a atender a un señor, la señora que despachaba le dijo: «-Señor, esta orden no la puede reclamar acá, tiene que dirigirse a su EPS», el señor alegó por dos cosas, primero, decía que en ese sitio ya le han dado los medicamentos, y segundo, ¿por qué carajos no le habían dicho hora y media antes, en vez de hacerlo perder el tiempo así?, ineptos y mas encima, flojos lectores, el señor, rojo de la piedra, iracundo a más no poder, rompió la orden y se la tiro en la cara a la señora (mi héroe, me recuerda la vez que tire mi cuaderno de religión al tablero ante la injusta calificación del profesor, era más que claro que todas las respuestas eran «Dios», pero para él no, la virgen también contaba), ante el acto del señor, un anciano, con bastón y delicado le grito: «-Maleducado, respete», lo único que recibió fue ser ignorado. Me pregunto, cómo hubiera reaccionado el viejito si fuera a él a quien le dijeran que no puede reclamar sus medicinas ahí, y es que ese es nuestro mayor problema, como no es conmigo, todo bien todo bien, eso sí, yo ya estaba planeando un retahíla de alegatos ante la posibilidad de que a nosotros nos pasara algo similar (porque ya nos ha pasado), por suerte no tuve que hacer uso de mi prolongado discurso, la medicina estaba y fue entregada de manera correcta y pudimos pasar al último nivel, la última vuelta por hacer, mientras que el señor, el iracundo, tendrá que tomarse otro día paseando por Bogotá (o como nosotros, por el norte), para volver a conseguir su orden para ir a romperla en otro lado, porque con lo mediocre que son las entidades de salud, a donde lo manden tampoco le serán entregadas sus fármacos.

La situación anterior me recordó la vez que sufrí fractura de radio (del izquierdo), fue un verdadero caos. Me fracturé un 12 de marzo, en el colegio, quizá la fractura más estúpida del mundo (después recordé la de Villa en el mundial de clubes y me sentí aliviado), lo cierto es que de ahí fui llevado a la clínica Marly por recomendación de la rectora, quien juraba y comía mocos de que el seguro estudiantil me cubría, oh sorpresa cuando la fractura fue más terrible de lo que se esperaba y para el colmo de males, el seguro no cubría ni unas onces en la cafetería del hospital. Después de esta desgracia, Cafesalud nunca respondió a una carta que los mismo entes de la clínica Marly decidieron hacer, para ver si era posible que Cafesalud cubriera el excedente de la operación (el excedente económico), a esta solicitud jamás se presentó respuesta, una vergüenza. De ahí tuve que esperar hasta el martes 16 para ser operado en el instituto Roosevelt (allá en la loma). Durante todo ese tiempo entre fractura y operación, la falta de respeto de parte de las entidades no se hizo esperar, hasta llegue a escuchar a un doctor decir: «-Eso puede durar así 15 días, no le va a pasar nada», ¿nada?, venga le parto el brazo como lo tenía yo a ver si no es nada. Lo peor es que de esto se ve a diario (y con peores cosas que un brazo roto), como juegan con la gente que va a que le presenten un servicio en entidades que dejaron de ser prestadoras de servicios sociales hace años.

Retomando el día de ayer, tuvimos que ir a reclamar unos exámenes, cuando nos disponíamos a entrar al recinto el celador me dijo: «-Solo entra uno». ¡Que carajos!, me toco esperar entre diez y quince minutos a que saliera mi mamá para leer unos resultados que no entiende nadie (bueno, los doctores si, por algo inventaron sus propios jeroglíficos y sus términos extensamente raras).

Llegue tan cansado ayer, que hasta hoy puedo hacer esta entrada, y por ahora los dejo, porque debo ir a llamar un cita de odontología para que me den la cita para sacarme la cordal (la última), porque con la eficacia de las entidades de salud, me sacan la cordal por ahí cuando ya ésta esté totalmente afuera.

Hasta Pronto.

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